¿Qué es una vacuna?
Una vacuna es un preparado que se basa en microorganismos (muertos, debilitados o vivos).
Producido con toxoides, bacterias, virus atenuados, muertos o realizadas por ingeniería genética y otras tecnologías.
Se administran las vacunas a las personas para generar inmunidad activa y duradera contra una enfermedad.
Estimulando la producción de defensas, ya que el sistema inmune podrá reconocer el agente infeccioso y lo destruirá.
También existe otro tipo de protección generada a partir de gammaglobulinas.
Esta otra protección producen inmunidad inmediata y transitoria a través de la aplicación directa de anticuerpos.
Antes de nacer los bebés adquieren a través de la placenta las defensas necesarias para protegerse frente a posibles infecciones durante las primeras semanas de vida.
Sin embargo, pierden esa protección en poco tiempo, aunque éste varía en función del microorganismo de que se trate.
Así, mientras que en enfermedades infecciosas como:
La tos ferina
La inmunidad transmitida por la madre se mantiene apenas unas pocas semanas, en otros casos, como el del sarampión, puede prolongarse hasta seis meses o un año, según los niños.
Este hecho determina dos cosas muy importantes:
La necesidad de las vacunas que el niño necesita para protegerlo frente a las enfermedades conocidas
El momento en que debe ser vacunado para mantener su inmunidad frente a ellas
La mayoría de las vacunas se inyectan, pero otras se ingieren (vía oral) o se nebulizan en la nariz.
¿Cómo funcionan las Vacunas?
El propósito de la vacuna consiste en estimular los mecanismos naturales de defensas de los organismos para que produzcan anticuerpos contra un germen en particular.
En caso de que la persona vacunada sea expuesta a un germen, el cuerpo está preparado para hacerle frente.
Los riesgos son menores, puesto que la cantidad de gérmenes usados en la vacuna y el tiempo de exposición están cuidadosamente controlados.
La vacuna actúa desencadenando una respuesta de nuestro sistema inmunitario, que:
Reconoce al microbio invasor (por ejemplo, un virus o una bacteria).
Genera anticuerpos, que son proteínas que nuestro sistema inmunitario produce naturalmente para luchar contra las enfermedades.
Recuerda la enfermedad y el modo de combatirla.
Si, en el futuro, nos vemos expuestos al microbio contra el que protege la vacuna, nuestro sistema inmunitario podrá destruirlo rápidamente antes de que empecemos a sentirnos mal.
En definitiva, las vacunas son una forma ingeniosa e inocua de inducir una respuesta inmunitaria sin causar enfermedades.
Nuestro sistema inmunitario está diseñado para recordar.
Tras la administración de una o más dosis de una vacuna contra una enfermedad concreta, quedamos protegidos contra ella, normalmente durante años o incluso para toda la vida.
Por eso las vacunas son tan eficaces: en vez de tratar una enfermedad cuando esta aparece, evitan que nos enfermemos.
La importancia de la vacuna a nivel personal y comunitario
Gracias a la inmunización por medio de la vacunación se ha logrado erradicar enfermedades como la viruela, la poliomielitis, hepatitis, etc.
Por lo general, una vacuna proporciona protección para el resto de la vida.
Cuando una persona se vacuna contra una enfermedad, su riesgo de infección también se reduce, por lo que es mucho menos probable que transmita el virus o la bacteria a otras personas.
Cuantas más personas de una comunidad se vacunen habrá menos personas vulnerables.
De ese modo se reducirán las probabilidades de que una persona infectada transmita el agente patógeno a otros.
La reducción de las probabilidades de circulación de un agente patógeno en la comunidad protege de la enfermedad a quienes no se les puede aplicar la vacuna correspondiente.
El término «inmunidad colectiva» (también llamada «inmunidad de grupo») se refiere a la protección indirecta contra una enfermedad infecciosa.
Esta se consigue cuando una población se vuelve inmune, ya sea como resultado de la vacunación o de haber presentado la infección con anterioridad.
La inmunidad colectiva no implica que las propias personas que no estén vacunadas o que no hayan presentado la infección sean inmunes.
Por el contrario, la inmunidad colectiva ocurre cuando las personas que no son inmunes pero viven en una comunidad en la que la proporción de inmunidad es alta.
Así tienen un menor riesgo de contraer una enfermedad en comparación con las personas que no son inmunes y viven en una comunidad en la que la proporción de inmunidad es baja.
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